Ser diputado a los 18 años, la polémica medida que ha dividido a México
By Omar Peralta | Opinión
Ser diputado a los 18 años debe ser un sueño para cualquiera. Como ser futbolista o ser rockstar: lo tienes todo tan rápido.
Dinero, poder y fama. ¿Qué más puede pedir alguien a esa edad? Todos tuvimos 18 años y sabemos lo fácil que es perder piso por la más intrascendente de las razones.
Ahora habría imaginar a alguien que a esa edad ya pueda decirse representante democrático y que, por obvias razones, es decir, ser un diputado de 18 años, estará todo el día bajo el escrutinio de los medios: le querrán poner el pie y, quizá, ni se dará cuenta o ni siquiera le importará, porque salir en la tele cura cualquier herida al ego.
La Cámara de Diputados de México aprobó la modificación de la Constitución para que un cargo de diputación pueda ejercerse desde los 18 años (antes eran 21) y la titularidad de una secretaría de Estado, a los 25 años (antes 30). Y no se ha hecho esperar la justificada oleada de indignación —todavía falta que el Senado revise los efectos constitucionales—. De por sí, no despuntan los diputados mexicanos por su brillantez ni por su sensatez.
Se ha comprobado muchas veces que en la política mexicana la edad no es una garantía ni de profesionalismo ni de madurez emocional (cuántos episodios vergonzosos ha habido en cualquier época). Aquí la lógica debería partir de esa base: si diputados profesionales, por decirlo de ese modo, que se han preparado académica y laboralmente para llegar a ese cargo (y que antes tuvieron otros cargos públicos), se han cansado de demostrar lo irresponsable, inepto e indiferente que se puede llegar a ser, ¿de qué manera se garantiza que un diputado de 18 años sea todo lo que los diputados de verdad no son?
En promedio, un congresista de la Cámara Baja gana unos 75 mil pesos al mes, además de gozar de todas las prestaciones de ley y de diversos estímulos (descuentos, comidas, cupones). En ningún ámbito laboral del país se paga ese sueldo a alguien 18 años. Según el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) y su recuento de carreras profesionales mejor pagadas de 2022, el sueldo más alto para un profesionista sería de 17 mil 846 pesos, para quienes estudiaron medicina.
Sí, cualquier persona tiene derecho a ser diputado y no puede haber discriminación por un grado de estudios. En ese argumento se sustenta, por ejemplo, la postura de la diputada Andrea Chávez Treviño: «No es posible que de las 500 diputadas y diputados que somos, no seamos ni diez con menos de 30 años; estamos excluyendo a casi 30 por ciento de la población mexicana por ese mosaico de representatividad, por un elemento discriminatorio que no tiene razón científica ni argumentación lógica”.
Quizá si los diputados quisieran estar cerca de los jóvenes de 18 a 21 años, y que exista representación, les convendría salir a la calles y escuchar de verdad las inquietudes y problemas de los jóvenes de esa edad. Porque, además, esta inclusión puede degenerar muy rápido en manipulaciones por parte de diputados que sí tienen experiencia. ¿Cómo se puede tener seguridad de la independencia de un inexperimentado diputado, por más honesto o brillante que sea, si entrará a nadar a un pozo repleto de tiburones que saben oler la sangre?
Más que darle oportunidad al talento joven, como argumentan, parece que quieren mandar a la guerra a ese talento: sin el arropo necesario, sin la experiencia mínima ya no digamos en la política, sino en cualquier ámbito. Un diputado puede no conocer de política exterior, pero saberlo todo del campo, de su gente, de sus necesidades, y para eso ha tenido que acumular experiencia, ha tenido que vivir.
Se puede preparar y asesorar a los futuros diputados del país, si lo que se quiere es que los de mañana sean mejores que los de hoy, algo que suena utópico en un sistema tan perpetuador en sus nombres y en sus modos. Pero en todo caso esa sería una verdadera forma de impulsar a las nuevas ideas de nuevas personas. Y no lanzarlas al ruedo sin herramientas, para que lo tengan todo rápido incluso a costa de pagar la inexperiencia con una factura que no se paga con ningún cupón: perder el prestigio político tan rápido.
Pero si los diputados que aprobaron esto no son responsables de ellos mismos menos lo serán con sus sucesores.