Grafiti: diálogo artístico callejero en Oaxaca

*Braulio Díaz, creador de un personaje que representa el ser oaxaqueño, se debate entre convertir a su quesillo en una marca, o dejar que continúe formando parte del espacio público anónimo.

Flor Hernández/ DisruptivoMx

Entablar un diálogo silencioso con los transeúntes e intergeneracional con los habitantes y visitantes de la ciudad de Oaxaca, es lo que llevó a Braulio Díaz (Blow) a personificar en grafiti, a uno de los alimentos más icónicos de nuestro estado, que, además, sintetiza el ser oaxaqueño: el quesillo.

En la calle de Xicoténcatl o en Avenida Juárez, a veces también en la galería La Santísima, este redondo dibujo hecho con aerosol, es testigo del paso del tiempo.  Algunas veces ha sido utilizado para decorar una pared, o para tapar la pintura escarapelada de las fachadas de casas antiguas que forman parte del primer cuadro de la capital.

Blow comenzó a dibujar cuando aún no sabía escribir, quizá fue lo primero que aprendió a crear con sus manos.  Los cuadernos del jardín de niños se llenaron de caricaturas que replicaba una y otra vez, hasta que más adelante (quizá en la secundaria) descubrió que el arte lo traía en las manos.

Al paso de los años se dio cuenta que no bastaba con copiar las creaciones de otros, sino que debía crear su propio estilo y en el barrio que lo vio nacer (Arboledas), el grafiti era parte de la cotidianidad.  

Armado con aerosoles, que su papá y familiares dejaban al pintar bicicletas con las que llegaban al santuario de la Virgen de Juquila, practicó en una barda de su propia casa, una y otra vez, pintaba y despintaba hasta que se sintió listo para salir a la calle.

–¿Cómo llega a ti el personaje del quesillo? 

— En el 2018 empecé a buscar un algo que hiciera referencia a Oaxaca y que fuera representativo, encontré al quesillo, también dibujé una jicarita de tejate, pero el quesillo fue el que pegó más. Los primeros dibujos que hice tienen mucha diferencia a los que actualmente hago, ahora el quesillo tiene una identidad propia.

Braulio acudió a la Casa de la Cultura en su adolescencia, pero no se sintió parte de ese mundo de  formalidad artística, así que desistió, pero el dibujo seguía en todas sus libretas de la escuela, incluso las de la universidad.

“Mis amigos me decían, te equivocaste de carrera, ¿qué haces aquí?”, recuerda mientras señala que sus apuntes de Entrenamiento Físico eran escasos, en comparación con los bosquejos de lo que pintaría en la calle.

Un día le hizo caso a su vocación y se dedicó de lleno al grafiti, así han transcurridos años en los que colocó en las bardas del centro histórico de Oaxaca a ese quesillo que hace de todo: desde manejar autos, hasta comerse una tlayuda.

Apenas en el mes de marzo de este 2025, Blow llevó a Colombia a su personaje, junto con los integrantes del colectivo La Santísima, asistieron a una exposición y también dejaron en esas paredes lejanas su manera de comunicarse.

En esta nueva ola del arte urbano que protagonizan jóvenes oaxaqueños, la intervención clandestina de las bardas y la colocación de letras inentendibles para muchas personas es cada vez más escasa.  En cambio, hay un interés de dialogar con la sociedad y también, con los propietarios de las preciadas bardas.

“El no ya lo tengo desde antes.  A veces veo paredes despintadas, sucias y toco la puerta, saludo, me presento y pido permiso, les digo que voy a intervenir su espacio y no les voy a cobrar nada. Me ha funcionado, es una buena táctica”, asegura Blow.

El joven de 28 años reconoce que ha conseguido trabajo cuando lo ven interviniendo espacios, o bien, a través de redes sociales.

–¿Tienes algún plan a futuro para tu obra? 

–Quiero seguir pintando. Estoy en un punto en el que quiero y no que mi trabajo se vuelva una marca. No me gustaría que mi quesillo se convirtiera en un souvenir. Pasa en Oaxaca que algunas galerías tienden a tener piezas iguales y entonces los artistas se convierten en hacedores de llaveritos. Y no está mal, pero ese no es el camino que yo quiero.  Me gustaría crecer, sin llegar a ser un souvenir.

Braulio Díaz es un artista empírico que se enorgullece de su grafiti, de su quesillo- personaje (aún sin nombre), el cual está dispuesto a entablar una conversación con toda aquella persona que se lo encuentre en diversas partes del Centro Histórico.

El grafiti, si bien tiene un auge en la antigua Roma; en la modernidad, se reconocen sus orígenes en la década de 1960 en Filadelfia y Nueva York, Estados Unidos, para dar un salto a Europa en la década de los 80 y posteriormente a todo el mundo.

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